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¿Por qué coméis con pecadores?

Judges 9-10, Luke 5:17-39(Reina-Valera 1960)

Jueces 9

Reinado de Abimelec

   1 Abimelec hijo de Jerobaal fue a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos, y con toda la familia de la casa del padre de su madre, diciendo:

    2 Yo os ruego que digáis en oídos de todos los de Siquem: ¿Qué os parece mejor, que os gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerobaal, o que os gobierne un solo hombre? Acordaos que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra.

    3 Y hablaron por él los hermanos de su madre en oídos de todos los de Siquem todas estas palabras; y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano es.

    4 Y le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal-berit, con los cuales Abimelec alquiló hombres ociosos y vagabundos, que le siguieron.

    5 Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió.

    6 Entonces se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem.

    7 Cuando se lo dijeron a Jotam, fue y se puso en la cumbre del monte de Gerizim, y alzando su voz clamó y les dijo: Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios.

    8 Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros.

    9 Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?

    10 Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros.

    11 Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles?

    12 Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros.

    13 Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?

    14 Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros.

    15 Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.

    16 Ahora, pues, si con verdad y con integridad habéis procedido en hacer rey a Abimelec, y si habéis actuado bien con Jerobaal y con su casa, y si le habéis pagado conforme a la obra de sus manos

    17 (porque mi padre peleó por vosotros, y expuso su vida al peligro para libraros de mano de Madián,

    18 y vosotros os habéis levantado hoy contra la casa de mi padre, y habéis matado a sus hijos, setenta varones sobre una misma piedra; y habéis puesto por rey sobre los de Siquem a Abimelec hijo de su criada, por cuanto es vuestro hermano);

    19 si con verdad y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa, que gocéis de Abimelec, y él goce de vosotros.

    20 Y si no, fuego salga de Abimelec, que consuma a los de Siquem y a la casa de Milo, y fuego salga de los de Siquem y de la casa de Milo, que consuma a Abimelec.

    21 Y escapó Jotam y huyó, y se fue a Beer, y allí se estuvo por miedo de Abimelec su hermano.

    22 Después que Abimelec hubo dominado sobre Israel tres años,

    23 envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec;

    24 para que la violencia hecha a los setenta hijos de Jerobaal, y la sangre de ellos, recayera sobre Abimelec su hermano que los mató, y sobre los hombres de Siquem que fortalecieron las manos de él para matar a sus hermanos.

    25 Y los de Siquem pusieron en las cumbres de los montes asechadores que robaban a todos los que pasaban junto a ellos por el camino; de lo cual fue dado aviso a Abimelec.

    26 Y Gaal hijo de Ebed vino con sus hermanos y se pasaron a Siquem, y los de Siquem pusieron en él su confianza.

    27 Y saliendo al campo, vendimiaron sus viñedos, y pisaron la uva e hicieron fiesta; y entrando en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec.

    28 Y Gaal hijo de Ebed dijo: ¿Quién es Abimelec, y qué es Siquem, para que nosotros le sirvamos? ¿No es hijo de Jerobaal, y no es Zebul ayudante suyo? Servid a los varones de Hamor padre de Siquem; pero ¿por qué le hemos de servir a él?

    29 Ojalá estuviera este pueblo bajo mi mano, pues yo arrojaría luego a Abimelec, y diría a Abimelec: Aumenta tus ejércitos, y sal.

    30 Cuando Zebul gobernador de la ciudad oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió en ira,

    31 y envió secretamente mensajeros a Abimelec, diciendo: He aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y he aquí que están sublevando la ciudad contra ti.

    32 Levántate, pues, ahora de noche, tú y el pueblo que está contigo, y pon emboscadas en el campo.

    33 Y por la mañana al salir el sol madruga y cae sobre la ciudad; y cuando él y el pueblo que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se presente la ocasión.

    34 Levantándose, pues, de noche Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, pusieron emboscada contra Siquem con cuatro compañías.

    35 Y Gaal hijo de Ebed salió, y se puso a la entrada de la puerta de la ciudad; y Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, se levantaron de la emboscada.

    36 Y viendo Gaal al pueblo, dijo a Zebul: He allí gente que desciende de las cumbres de los montes. Y Zebul le respondió: Tú ves la sombra de los montes como si fueran hombres.

    37 Volvió Gaal a hablar, y dijo: He allí gente que desciende de en medio de la tierra, y una tropa viene por el camino de la encina de los adivinos.

    38 Y Zebul le respondió: ¿Dónde está ahora tu boca con que decías: ¿Quién es Abimelec para que le sirvamos? ¿No es este el pueblo que tenías en poco? Sal pues, ahora, y pelea con él.

    39 Y Gaal salió delante de los de Siquem, y peleó contra Abimelec.

    40 Mas lo persiguió Abimelec, y Gaal huyó delante de él; y cayeron heridos muchos hasta la entrada de la puerta.

    41 Y Abimelec se quedó en Aruma; y Zebul echó fuera a Gaal y a sus hermanos, para que no morasen en Siquem.

    42 Aconteció el siguiente día, que el pueblo salió al campo; y fue dado aviso a Abimelec,

    43 el cual, tomando gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando miró, he aquí el pueblo que salía de la ciudad; y se levantó contra ellos y los atacó.

    44 Porque Abimelec y la compañía que estaba con él acometieron con ímpetu, y se detuvieron a la entrada de la puerta de la ciudad, y las otras dos compañías acometieron a todos los que estaban en el campo, y los mataron.

    45 Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día, y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad, y la sembró de sal.

    46 Cuando oyeron esto todos los que estaban en la torre de Siquem, se metieron en la fortaleza del templo del dios Berit.

    47 Y fue dado aviso a Abimelec, de que estaban reunidos todos los hombres de la torre de Siquem.

    48 Entonces subió Abimelec al monte de Salmón, él y toda la gente que con él estaba; y tomó Abimelec un hacha en su mano, y cortó una rama de los árboles, y levantándola se la puso sobre sus hombros, diciendo al pueblo que estaba con él: Lo que me habéis visto hacer, apresuraos a hacerlo como yo.

    49 Y todo el pueblo cortó también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la fortaleza, y prendieron fuego con ellas a la fortaleza, de modo que todos los de la torre de Siquem murieron, como unos mil hombres y mujeres.

    50 Después Abimelec se fue a Tebes, y puso sitio a Tebes, y la tomó.

    51 En medio de aquella ciudad había una torre fortificada, a la cual se retiraron todos los hombres y las mujeres, y todos los señores de la ciudad; y cerrando tras sí las puertas, se subieron al techo de la torre.

    52 Y vino Abimelec a la torre, y combatiéndola, llegó hasta la puerta de la torre para prenderle fuego.

    53 Mas una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo.

    54 Entonces llamó apresuradamente a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió.

    55 Y cuando los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa.

    56 Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos.

    57 Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.

   

Jueces 10

Tola y Jair juzgan a Israel

   1 Después de Abimelec, se levantó para librar a Israel Tola hijo de Fúa, hijo de Dodo, varón de Isacar, el cual habitaba en Samir en el monte de Efraín.

    2 Y juzgó a Israel veintitrés años; y murió, y fue sepultado en Samir.

    3 Tras él se levantó Jair galaadita, el cual juzgó a Israel veintidós años.

    4 Este tuvo treinta hijos, que cabalgaban sobre treinta asnos; y tenían treinta ciudades, que se llaman las ciudades de Jair hasta hoy, las cuales están en la tierra de Galaad.

    5 Y murió Jair, y fue sepultado en Camón.

   

Jefté liberta a Israel de los amonitas

   6 Pero los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales y a Astarot, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos; y dejaron a Jehová, y no le sirvieron.

    7 Y se encendió la ira de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos de Amón;

    8 los cuales oprimieron y quebrantaron a los hijos de Israel en aquel tiempo dieciocho años, a todos los hijos de Israel que estaban al otro lado del Jordán en la tierra del amorreo, que está en Galaad.

    9 Y los hijos de Amón pasaron el Jordán para hacer también guerra contra Judá y contra Benjamín y la casa de Efraín, y fue afligido Israel en gran manera.

    10 Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a nuestro Dios, y servido a los baales.

    11 Y Jehová respondió a los hijos de Israel: ¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los amorreos, de los amonitas, de los filisteos,

    12 de los de Sidón, de Amalec y de Maón, y clamando a mí no os libré de sus manos?

    13 Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más.

    14 Andad y clamad a los dioses que os habéis elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción.

    15 Y los hijos de Israel respondieron a Jehová: Hemos pecado; haz tú con nosotros como bien te parezca; sólo te rogamos que nos libres en este día.

    16 Y quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová; y él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel.

    17 Entonces se juntaron los hijos de Amón, y acamparon en Galaad; se juntaron asimismo los hijos de Israel, y acamparon en Mizpa.

    18 Y los príncipes y el pueblo de Galaad dijeron el uno al otro: ¿Quién comenzará la batalla contra los hijos de Amón? Será caudillo sobre todos los que habitan en Galaad.

   


Lucas 5

Jesús sana a un paralítico

   

(Mt. 9.1-8; Mr. 2.1-12)

   17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.

    18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.

    19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.

    20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.

    21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

    22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?

    23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

    24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

    25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.

    26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.

   

Llamamiento de Leví

   

(Mt. 9.9-13; Mr. 2.13-17)

   27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.

    28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.

    29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.

    30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?(A)

    31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.

    32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

   

La pregunta sobre el ayuno

   

(Mt. 9.14-17; Mr. 2.18-22)

   33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?

    34 Él les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?

    35 Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.

    36 Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.

    37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.

    38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.

    39 Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.









































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