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Plan para leer toda la Biblia en un Año

¿De quién temeré?

Psalm 26-28, Acts 22(Reina-Valera 1960)

Salmos 26

Declaración de integridad

   

Salmo de David.

   1 Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado;
    He confiado asimismo en Jehová sin titubear.

   
   2 Escudríñame, oh Jehová, y pruébame;
    Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.

   
   3 Porque tu misericordia está delante de mis ojos,
    Y ando en tu verdad.

   
   4 No me he sentado con hombres hipócritas,
    Ni entré con los que andan simuladamente.

   
   5 Aborrecí la reunión de los malignos,
    Y con los impíos nunca me senté.

   
   6 Lavaré en inocencia mis manos,
    Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,

   
   7 Para exclamar con voz de acción de gracias,
    Y para contar todas tus maravillas.

   
   8 Jehová, la habitación de tu casa he amado,
    Y el lugar de la morada de tu gloria.

   
   9 No arrebates con los pecadores mi alma,
    Ni mi vida con hombres sanguinarios,

   
   10 En cuyas manos está el mal,
    Y su diestra está llena de sobornos.

   
   11 Mas yo andaré en mi integridad;
    Redímeme, y ten misericordia de mí.

   
   12 Mi pie ha estado en rectitud;
    En las congregaciones bendeciré a Jehová.

   

Salmos 27

Jehová es mi luz y mi salvación

   

Salmo de David.

   1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
    Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

   
   2 Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos,
    Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.

   
   3 Aunque un ejército acampe contra mí,
    No temerá mi corazón;
    Aunque contra mí se levante guerra,
    Yo estaré confiado.

   
   4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré;
    Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
    Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.

   
   5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
    Me ocultará en lo reservado de su morada;
    Sobre una roca me pondrá en alto.

   
   6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
    Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
    Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.

   
   7 Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo;
    Ten misericordia de mí, y respóndeme.

   
   8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro.
    Tu rostro buscaré, oh Jehová;

   
   9 No escondas tu rostro de mí.
    No apartes con ira a tu siervo;
    Mi ayuda has sido.
    No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.

   
   10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
    Con todo, Jehová me recogerá.

   
   11 Enséñame, oh Jehová, tu camino,
    Y guíame por senda de rectitud
    A causa de mis enemigos.

   
   12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos;
    Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad.

   
   13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová
    En la tierra de los vivientes.

   
   14 Aguarda a Jehová;
    Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
    Sí, espera a Jehová.

   

Salmos 28

Plegaria pidiendo ayuda, y alabanza por la respuesta

   

Salmo de David.

   1 A ti clamaré, oh Jehová.
    Roca mía, no te desentiendas de mí,
    Para que no sea yo, dejándome tú,
    Semejante a los que descienden al sepulcro.

   
   2 Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti,
    Cuando alzo mis manos hacia tu santo templo.

   
   3 No me arrebates juntamente con los malos,
    Y con los que hacen iniquidad,
    Los cuales hablan paz con sus prójimos,
    Pero la maldad está en su corazón.

   
   4 Dales conforme a su obra,(A) y conforme a la perversidad de sus hechos;
    Dales su merecido conforme a la obra de sus manos.

   
   5 Por cuanto no atendieron a los hechos de Jehová,
    Ni a la obra de sus manos,
    El los derribará, y no los edificará.

   
   6 Bendito sea Jehová,
    Que oyó la voz de mis ruegos.

   
   7 Jehová es mi fortaleza y mi escudo;
    En él confió mi corazón, y fui ayudado,
    Por lo que se gozó mi corazón,
    Y con mi cántico le alabaré.

   
   8 Jehová es la fortaleza de su pueblo,
    Y el refugio salvador de su ungido.

   
   9 Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad;
    Y pastoréales y susténtales para siempre.

   


Hechos 22

1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

    2 Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo:

    3 Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel,(A) estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros.

    4 Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres;

    5 como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.(B)

   

Pablo relata su conversión

   

(Hch. 9.1-19; 26.12-18)

   6 Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;

    7 y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

    8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.

    9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.

    10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.

    11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.

    12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban,

    13 vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.

    14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.

    15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.

    16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.

   

Pablo es enviado a los gentiles

   17 Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis.

    18 Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.

    19 Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;

    20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.(C)

    21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.

   

Pablo en manos del tribuno

   22 Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.

    23 Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire,

    24 mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.

    25 Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?

    26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.

    27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: Sí.

    28 Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.

    29 Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.

   

Pablo ante el concilio

   30 Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.









































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