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Plan para leer toda la Biblia en un Año

Por que te abates oh alma mia?

Psalm 43-45, Acts 27:27-44(Reina-Valera 1960)

Salmos 43

Plegaria pidiendo vindicación y liberación

   1 Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa;
    Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo.

   
   2 Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado?
    ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?

   
   3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán;
    Me conducirán a tu santo monte,
    Y a tus moradas.

   
   4 Entraré al altar de Dios,
    Al Dios de mi alegría y de mi gozo;
    Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.

   
   5 ¿Por qué te abates, oh alma mía,
    Y por qué te turbas dentro de mí?
    Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
    Salvación mía y Dios mío.

   

Salmos 44

Liberaciones pasadas y pruebas presentes

   

Al músico principal. Masquil de los hijos de Coré.

   1 Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado,
    La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.

   
   2 Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos;
    Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.

   
   3 Porque no se apoderaron de la tierra por su espada,
    Ni su brazo los libró;
    Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro,
    Porque te complaciste en ellos.

   
   4 Tú, oh Dios, eres mi rey;
    Manda salvación a Jacob.

   
   5 Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos;
    En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.

   
   6 Porque no confiaré en mi arco,
    Ni mi espada me salvará;

   
   7 Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos,
    Y has avergonzado a los que nos aborrecían.

   
   8 En Dios nos gloriaremos todo el tiempo,
    Y para siempre alabaremos tu nombre. Selah

   
   9 Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar;
    Y no sales con nuestros ejércitos.

   
   10 Nos hiciste retroceder delante del enemigo,
    Y nos saquean para sí los que nos aborrecen.

   
   11 Nos entregas como ovejas al matadero,
    Y nos has esparcido entre las naciones.

   
   12 Has vendido a tu pueblo de balde;
    No exigiste ningún precio.

   
   13 Nos pones por afrenta de nuestros vecinos,
    Por escarnio y por burla de los que nos rodean.

   
   14 Nos pusiste por proverbio entre las naciones;
    Todos al vernos menean la cabeza.

   
   15 Cada día mi verg:uenza está delante de mí,
    Y la confusión de mi rostro me cubre,

   
   16 Por la voz del que me vitupera y deshonra,
    Por razón del enemigo y del vengativo.

   
   17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti,
    Y no hemos faltado a tu pacto.

   
   18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón,
    Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,

   
   19 Para que nos quebrantases en el lugar de chacales,
    Y nos cubrieses con sombra de muerte.

   
   20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios,
    O alzado nuestras manos a dios ajeno,

   
   21 ¿No demandaría Dios esto?
    Porque él conoce los secretos del corazón.

   
   22 Pero por causa de ti nos matan cada día;
    Somos contados como ovejas para el matadero.(A)

   
   23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor?
    Despierta, no te alejes para siempre.

   
   24 ¿Por qué escondes tu rostro,
    Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?

   
   25 Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo,
    Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.

   
   26 Levántate para ayudarnos,
    Y redímenos por causa de tu misericordia.

Cántico de las bodas del rey

   

Al músico principal; sobre Lirios. Masquil de los hijos de Coré. Canción de amores.

   

Salmos 45


   1 Rebosa mi corazón palabra buena;
    Dirijo al rey mi canto;
    Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.

   
   2 Eres el más hermoso de los hijos de los hombres;
    La gracia se derramó en tus labios;
    Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.

   
   3 Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente,
    Con tu gloria y con tu majestad.

   
   4 En tu gloria sé prosperado;
    Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,
    Y tu diestra te enseñará cosas terribles.

   
   5 Tus saetas agudas,
    Con que caerán pueblos debajo de ti,
    Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.

   
   6 Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;
    Cetro de justicia es el cetro de tu reino.

   
   7 Has amado la justicia y aborrecido la maldad;
    Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo,
    Con óleo de alegría más que a tus compañeros.(B)

   
   8 Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos;
    Desde palacios de marfil te recrean.

   
   9 Hijas de reyes están entre tus ilustres;
    Está la reina a tu diestra con oro de Ofir.

   
   10 Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;
    Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;

   
   11 Y deseará el rey tu hermosura;
    E inclínate a él, porque él es tu señor.

   
   12 Y las hijas de Tiro vendrán con presentes;
    Implorarán tu favor los ricos del pueblo.

   
   13 Toda gloriosa es la hija del rey en su morada;
    De brocado de oro es su vestido.

   
   14 Con vestidos bordados será llevada al rey;
    Vírgenes irán en pos de ella,
    Compañeras suyas serán traídas a ti.

   
   15 Serán traídas con alegría y gozo;
    Entrarán en el palacio del rey.

   
   16 En lugar de tus padres serán tus hijos,
    A quienes harás príncipes en toda la tierra.

   
   17 Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones,
    Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.

   


Hechos 27

27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra;

    28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.

    29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.

    30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa.

    31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.

    32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

    33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.

    34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.

    35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.

    36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.

    37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.

    38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

   

El naufragio

   39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave.

    40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.

    41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.

    42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.

    43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra;

    44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.









































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